Los resultados de las universidades españolas
son muy relevantes para los titulados y para el conjunto de la sociedad, pero podrían ser mayores en cantidad y calidad, podrían obtenerse con menos costes y ser mejor aprovechados por el tejido productivo. Así se asegura en el estudio Fundación BBVA-Ivie Universidad, universitarios y productividad en España, en el que los autores señalan una serie de actuaciones que la Universidad española debería llevar a cabo para lograr esas mejoras, con el fin de reducir las debilidades y carencias que padece, y aprovechar las oportunidades que el desarrollo de la sociedad del conocimiento le ofrece:
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- Autonomía y responsabilidad: La solución a los problemas de la Universidad requiere más autonomía y mejor encauzada. Es un sector fuertemente regulado y financiado públicamente en su mayor parte, pero gestionado internamente de manera poco sensible a las demandas de la sociedad. Debería haber una nueva regulación que favoreciera la flexibilidad, la competitividad entre instituciones españolas e internacionales, la estratificación derivada de la calidad de los resultados y la movilidad del profesorado y los estudiantes. El marco normativo debe promover una gobernanza y una gestión profesionales y eficaces, así como la información pública sobre los resultados que haga la Universidad más transparente y facilite una rendición de cuentas exigente. El gobierno de las universidades debe estar al servicio de la sociedad y en manos de profesionales competentes.
- Especialización y estratificación de las instituciones: La complejidad de un sistema universitario desarrollado exige combinaciones de actividades docentes e investigadoras diferentes. La homogeneidad resulta perjudicial para el uso eficiente de los recursos y para impulsar la calidad. La Universidad española saldría reforzada si se distinguiera entre instituciones especializadas en la docencia de grado, la formación de posgrado y la investigación, y la transferencia tecnológica.
- Excelencia internacional: La especialización de las universidades debe conducir a que las que tengan capacidad efectiva de estar presentes en la competencia internacional más exigente dispongan del reconocimiento y los recursos para hacerlo, concentrándose en la formación de posgrado y la investigación de mayor impacto.
- Internacionalización: El reto de la internacionalización no incumbe solo a las universidades globales sino a todas y en todos sus campos de actuación. El Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) y el Espacio Europeo de Investigación (EEI) deben convertirse en referencias obligadas de las estrategias de las universidades para atraer estudiantes e investigadores y promover la movilidad de alumnos y profesores. Todos los instrumentos de gobierno y financiación de las universidades deben contemplar la dimensión internacional.
- Especialización del profesorado: La tesis de que todo el profesorado estable realiza actividades docentes e investigación regularmente no responde a la realidad y debe ser revisada. Las universidades deben poder contratar profesorado para realizar distintas proporciones de docencia e investigación en función de la verdadera combinación de actividades de sus departamentos. La garantía de la calidad de los profesionales y su promoción debe plantearse con los criterios adecuados a cada especialización y atendiendo a los resultados.
- Evaluación de procesos y resultados: La rendición de cuentas requiere procedimientos adecuados de evaluación de procesos y resultados. Las carencias de criterios e instrumentos para evaluar las actividades docentes son muy amplias. Dada la importancia decisiva de las mismas esas carencias tienen que ser corregidas porque sin esos apoyos instrumentales la actividad formativa no puede ser adecuadamente gestionada.
- Sistemas de información: El gobierno y la dirección de las universidades, la evaluación de las mismas y la rendición de cuentas requieren sistemas de información idóneos, mucho más desarrollados que los actuales y basados en indicadores adecuados y datos fiables y actualizados.
- Sistemas de financiación: Para impulsar los cambios, el papel más importante de las Administraciones Públicas es definir con ambición los sistemas de financiación. Su papel es que las universidades trabajen con horizontes temporales adecuados y respondan a incentivos potentes que las orienten hacia a la eficiencia y a los resultados docentes, de investigación y transferencia, en función de su especialización.
- Incentivos al empleo estable: El rendimiento del capital humano de los universitarios depende de que logren un empleo estable y ajustado a su preparación y de que desempeñen actividades productivas. Es necesario promover programas de acceso al empleo y de empleo estable de los jóvenes universitarios. De otro modo, las actuales tasas de paro de los recién titulados mantendrán detenido el proceso de inserción de los jóvenes que han acabado sus estudios al llegar la crisis y su capital humano se depreciará.
- Incentivos a la investigación aplicada y la transferencia: El papel de la universidad en la transformación del tejido productivo pasa por reforzar una de sus mayores debilidades: las actividades de investigación aplicada y la transferencia tecnológica. Sin un sistema potente de incentivos económicos y profesionales adecuados, ese impulso no se producirá. Es imprescindible dotar fondos con esa finalidad y contar con las empresas para definir los objetivos y los indicadores adecuados de calidad e impacto de los resultados en este terreno.
- Formación continua: La formación continua es clave para el ajuste de la educación inicial de los titulados y las demandas de las empresas en un mundo que cambia rápidamente. Es necesario impulsar decididamente la colaboración entre universidad y empresa en este ámbito porque ofrece muchas oportunidades de mejora de la eficiencia de los procesos de formación iniciales.
- Emprendimiento: La mejora de la formación de los emprendedores es clave para el aprovechamiento del capital humano y la intensificación tecnológica de las empresas. Impulsar el cambio del tejido empresarial en esa dirección requiere promover la cultura emprendedora en las universidades y ofrecer una segunda oportunidad de formación superior a los empresarios que no la tuvieron. El desarrollo de programas en ambas direcciones debería ser impulsado mediante la colaboración entre las empresas y las universidades.
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